
Esa mañana, cuando su mamá lo
despierta, Álvaro salta de la cama y empieza a vestirse rápidamente. Se siente
contento y nervioso a la vez: ¡es el primer día de playa!
Mientras prepara su mochila, Álvaro
se pone serio y pensativo.
-
Papá, ¿con quién jugaré en la
playa?. ¡No conozco a nadie!.
-
No te preocupes. Seguro que
conoces a otros niños y lo pasas muy bien.
Como no le gusta jugar solo, nada más
llegar a la playa Álvaro empieza a buscar con quién divertirse. En la orilla,
ve a unas niñas construyendo un castillo de arena y, muy cerca, a dos niños
cavando un pozo para enterrarse. Muy decidido, se acerca a ellos.
-
¡Hola! Me llamo Álvaro. ¿Puedo
jugar con vosotros?.
-
¡Hola! Yo soy Sergio y él es
Nagoy. Somos hermanos. ¡Claro que puedes! Seguro que entre los tres terminamos
antes.
Los tres niños trabajan animadamente
un buen rato, hasta que empiezan a sentir calor.
-
¿Nos bañamos? – propone Sergio.
-
¡Vamos!- contestan Álvaro y
Nagoy, y cogen la colchoneta.
Mientras se refrescan y juegan, las
niñas, que se llaman Marta y Fátima, deciden gastarles una broma: evitando que
las vean, han llenado el hoyo de agua.
Cuando vuelven, los niños ven su hoyo
medio destrozado y se enfadan muchísimo. ¿Quién lo habrá hecho?..
Buscan a su alrededor hasta que ven a
Marta y Fátima riéndose de ellos. Se miran los tres y se fijan en el castillo. Han
tenido la misma idea y a la niñas no les va a gustar nada.