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Como ya os hemos contado, nuestro querido profe Curro ha escrito un cuento titulado "Huga la tortuga". Cada día compartirá un fragmento con todos nosotros, que iremos ampliando en esta publicación del blog.
¡Va a ser genial! ¡GRACIAS PROFE!

HUGA, LA TORTUGA


CAPÍTULO 1

¡SE ACABÓ EL INVIERNO...COMIENZA EL INFIERNO!!!

El frío invierno estaba a punto de acabar. Los rayos del gran sol calentaban cada vez más el suelo. Los días eran más largos y en el escondrijo de Huga, la tortuga, había más y más claridad. Pero, sin embargo, Huga no tenía muchas ganas de salir y abandonar su acogedora tortuguera dúplex. Y es que veréis, Huga no vivía en un bonito pantano o cerca de un caudaloso río, lleno de truchas, ranas y tantos insectos como ella pudiera comer. No.Ella tampoco habitaba en un coqueto acuario, tras unos cristales que la protegieran de manos poco delicadas.

¿Dónde vivía entonces esta tortuguita? Os voy a dar algunas pistas.Durante nueve meses, aproximadamente, estaba lleno de pequeñas criaturas que andan sobre dos patas, juegan con cuerdas y cosas redondas de colores y en raras ocasiones tienen una idea buena...¡Efectivamente!,Huga vivía en un colegio.

Entre dos patios abarrotados de niños y niñas que se movían más que una palmera en un huracán, se encontraba situado el jardín donde hallaba un poquito de tranquilidad durante veintitrés horas y media al día , pero...¡ay, esa maldita media hora!,¡ese fatídico momento en el que suena la campana!, ¡aquel necio que inventó la más monstruosa forma de caos,¿quién sería?,¿quién inventaría el....¡¡¡REEEEECREEEEEO!!!!???

Este era el grito que se oía en el colegio "Tierra viva" a las 12 de la mañana cada día, de lunes a viernes,sin contar clases de educación física, días del deporte y otras bajadas que pillaban a Huga por sorpresa.

- "¡ Vaya incoherencia!", - pensaba Huga - "Con el significado tan bonito que tiene ese nombre y no hay día que no tema por mi arrastrada vida en este jardín."

Aunque tenía controlada la hora del recreo, casi todos los días era sorprendida por Sandro, un consumado y cruel torturador de tortugas, que con sólo 9 años, ya tenía en su historial más casos de persecuciones a tortugas que cualquier cocodrilo del Nilo.

Como todas las de su especie, Huga no era muy rápida, pero la edad y la experiencia habían dejado de ser un grado para convertirse en una cualidad y había aprendido a dosificar muy bien sus fuerzas y descansar toda la mañana para, llegada la hora del recreo, dar un buen “sprint” y llegar a “Villa Caparazón”, su residencia de verano. Pero raro era el día que no se encontraba con Nano, el gusano, que regresaba del gimnasio y la paraba para contarle cómo había levantado una pesa de 1 mg, que si tenía el músculo abdominal más desarrollado del jardín, que si...y, así, fantasmada tras fantasmada, hacía a Huga retrasarse en su retirada.
“No aprenderé en la vida”, se repetía la pobre tortuga cada día.

Y ,de verdad, era una vida la que llevaba entre aquellos muros. Nadie recuerda cuándo la trajeron, ni quién, ni porqué. El caso es que, aunque se pasara más de media vida protestando por estar allí, ya formaba parte de la historia de aquel colegio.

“Y, mira, este músculo lo he desarrollado gracias a un trabajo intensivo con cargas ligeras y muchas repeticiones que mi entrenador programó basándose en…”
“Que sí, Nano, muy fuerte...Adiós…”, cortó tajante Huga.
“Pero, espera, que aún no te he hablado de mi súper-abdominal”
“No vas a tener un súper-abdominal, si eres un gusano. Qué me voy!”- replicó Huga nerviosa y enfadada, “que ya oigo sus pasos”.

Pero todo esfuerzo fue inútil, toda pata insuficiente y todo caparazón excesivamente pesado. Allí estab. Justo tapando la entrada del agujero. Eran sus inconfundibles botas, sus duras y negras botas. Punta redondeada y reforzada en hierro, doble cierre en el tobillo y una muesca por cada tortuga que había caído en sus manos. Huga alargó el cuello y miró al cielo, no sabemos si para pedir un milagro o para asegurarse que su implacable verdugo estaba allí.

Efectivamente, era él. No había duda. Rizos dorados, ojos pequeños y azules, churretes en las mejillas, una ceja levantada y un gesto de “aquí acaban tus días, forastero.”

La tortuga, disimulando, intentó girar y correr al refugio del sauce, pero pronto sus patas no encontraron donde apoyarse y se halló dando patadas en el aire. Encogió el cuello y comenzó a temblar de tal manera que el caparazón parecía un par de castañuelas. Veía el fin de sus días, cuando de repente sintió com su cuerpo empezaba a girar. Pensó en caer de la forma más digna que una tortuga puede hacerlo. Entonces una voz fuerte y segura retumbó en el hueco de su concha.

-“¡Sandro, deja en paz a ese pobre animal!” 
-“Oh, es él, mi héroe. Es tan guapo y valiente”- suspiró Huga.



- “Pero, profe, si sólo la observaba porque estamos estudiando en “Cono” los reptiles y yo quería ampliar conocimientos”



- ”Déjate de rollos, que tienes más peligro que una piraña en un bidé. Suelta a ese animal y vete a jugar con tus compañeros.”

Quizás Luis, que así se llamaba aquel “profesorsalvadordetortugas”, debería haber especificado exactamente desde qué altura debía soltar Sandro a Huga porque el golpe era inminente. Menos mal  que la tierra del jardín aún estaba blandita por las últimas lluvias de la primavera y amortiguó el tortazo...o mejor dicho, el tortugazo.

-”¿Dónde estoy. No encuentro el suelo.¡ Por favor, que alguien me ayude...y me dé la vuelta!!”
Enseguida una mano la cogió y la puso derecha. Ese olor le era familiar. Era la colonia de Luis. Siempre la recordaría, desde aquel día que la sacó de la alcantarilla donde se atascó aquella vez que huía de Sandro y calculó mal el tamaño de su trasero. Él siempre sería su héroe. Gracias a su intervención, la calma volvía a “tortugalópolis”. Sabía que Luis no podía oírla pero pensaba que en algún lugar del inmenso universo, sus pensamientos se juntarían con los de su amado héroe. En el mundo de las tortugas también es gratis soñar.

-“¡Ay, ojalá todas las tortugas tuvieran un Luis!”, suspiró mientras se alejaba.

Otro día más que pasaba en su lenta vida. Otro día en el que a pesar de las “inclemencias”, daba gracias al cielo por ser una tortuga, uno de tantos seres que ve el amanecer como el más hermoso de los regalos y disfrutar de la existencia  es el mayor agradecimiento que se puede hacer.

¡Hasta mañana y buenas noches a todas las tortuguitas del mundo!

CAPÍTULO 2

DOÑA TERESA

“ ¿No me libraré nunca de este ser blando y retorcido?”- pensaba Huga mientras emprendía la huida, y aunque había cogido una ruta alternativa, se volvió a topar con su “amado” Nano.

“ ¡ Huga, amiga dura y protegida !, ¿cómo te va la vida?” - saludó el gusano, alardeando de músculo y con cierta sorna. “ Si tuvieras unos cuádriceps fuertes como los míos, podrías hacer en milésimas de segundo un agujero y esconderte así de esos seres salvajes, pero como reniegas de cualquier tipo de actividad física que no sea mover la boca, serás siempre una enclenque y lenta tortuga.”

“ Si tuviera esa misma musculatura y ningún cerebro, sería otro gusano pelmazo y fantasma como tú. Adiós, blancaflor.” - y molesta aún por el comentario a su buen apetito, dio media vuelta acelerando el paso y se fue.

Estaba a punto de llegar a la alcantarilla, que era el lugar donde mejor podía ocultarse en ese momento, cuando algo le tiró del rabo y sólo tuvo tiempo de esconder las patas  y la cabeza mientras suplicaba que fuera cualquier otro. Sí, porque todos los niños son inquietos y, algunos, algo traviesos. Tienen curiosidad, inquietudes, ganas de aprender y muchas preguntas que contestar pero sólo aquel parecía haber nacido con una misión muy específica: hacerle la vida imposible.

Sus súplicas fueron vanas y, quizás los milagros no existan en el mundo de las tortugas. Pronto una risa burlona y un tanto macabra sonaba como un réquiem en el interior de su caparazón. Era inconfundible. Sandro tenía ese olfato especial para la caza y captura de animales pero era infinitamente eficaz cuando se trataba de tortugas. 

“ Ojalá lo contratara National Geographic y se lo llevara al Amazonas” pensaba mientras  estaba suspendida en el aire, algo para lo que estos animales no habían nacido, precisamente.
“ ¿Qué es eso que me está pinchando la cabeza” - se preguntaba mosqueada. “ Es un palo de chupa-chups….y está pegajoso…¡Qué asco!. Protestaré ante la ONUT. (Organización de las Naciones Unidas de Tortugas. No confundir ni con el sabroso dulce ni con el lugar donde los humanos intentan arreglar los problemas de los demás países pero no los del suyo). “ Espero que Super-Luis aparezca pronto” suspiraba mientras confiaba en la protección de su fuerte caparazón y que su destino...que no terminara hoy.”
De pronto, el silencio invadió el patio. Los pájaros dejaron de piar, el viento se detuvo y los niños y niñas cesaron sus ensordecedores gritos. Incluso, no sabemos si por casualidad o por la tensión del momento, hasta los chorritos del la fuente dejaron de echar agua.


“ ¿Qué pasa?” - se preguntaba Huga, y sin poder frenar su curiosidad, alargó el cuello, aún a costa de perderlo y asomó la cabezota. Pero de pronto, sintió que la fuerza de la gravedad le llevaba a topar contra el suelo, otra vez. Ya estaba habituada a los golpes y a las caídas como un extra de cine. Menos mal que esta vez cayó de panza y pudo recobrar la orientación en breves instantes.

Era ella, la más dura y estricta profesora a aquel lado del patio. Esta semana le tocaba vigilar el recreo y eso sólo suponía una cosa...bueno, dos: aburrimiento y miedo, mucho miedo, del bueno.  

“Es verdad, tal vez el comportamiento de Sandro sea un poco “fastidioso” pero tampoco es cuestión de tener una vida tediosa y monótona” - pensaba Huga, sabiendo que mientras Doña Teresa estuviese en el recreo, además de dejar de sufrir el asedio de Sandro, hasta el más mínimo movimiento estaría restringido.


El gobierno del miedo dominaba el ambiente del patio. Como un señor feudal, paseaba por sus dominios observando como  sus “súbditos” retrocedían dos metros a su paso. ¡Cuánto temor había en aquellos cientos de pares de ojos! No se explicaba cómo alguien podía borrar de un plumazo, tan desbordante alegría en chicos y chicas.

“Debería estar  tajantemente prohibido asustar a estos pequeños” - pensaba Huga - “aunque a Sandro tampoco le viene mal…” continuaba con sus cavilaciones mientras se retiraba tranquilamente. Ella sabía lo que era vivir asustada, pero gracias a su caparazón, pocos podían hacerle daño. En cambio, aquel montón de corazoncitos estaba a merced de todos los peligros.

CAPÌTULO 3

….Y SANDRO COGIÓ SU GLOBO 

La semana de vigilancia de Doña Teresa estaba siendo tan sosa que, incluso, Huga buscaba a Sandro para así darle un poco de salsa a los recreos. Pero hasta el más feroz forajido parecía guardar fechorías para tiempos mejores. Sí, y decimos bien al escribir “parecía” porque nada más lejos de la realidad. 
Huga observaba como algo se movía dentro del bolsillo de la camisa de Sandro. “Seguro que aquí va a pasar algo muy gordo” - auguraba la tortuga.  

Dando un rodeo por detrás del seto que separaba el jardín del patio, intentó buscar un mejor lugar para verlo todo. En su camino, se topó con Rija, la lagartija, que corría desesperadamente tras un pequeño mosquito.

“¡¡¡Stoppppp!” - gritó Huga mientras pisaba el rabo de Rija. “No sigas corriendo tras ese insignificante animalillo y sígueme, creo que Doña Teresa va a tener una fiesta de despedida a su semana de opresión y tiranía.”

“Pero bueno, animal lento y embrutecido, ¿cómo osas poner tu sucia pata sobre la tersa y suave piel de mi cola alucinante-super-guay?”

“Ahora recuerdo porqué a Rija la llaman la lagartija “pija”” - suspiró Huga.

Mientras Rija continuaba “piji-protestando”. “Estaba a punto de atrapar un mosquito que había picado en la oreja del perro del mismísimo Conde de Chupacara, Sangre azul de la buena.”
“No flipes, que ese pequeño insecto lo más noble que ha visto en su vida es un saco de patatas.” le respondió Huga. “Atiéndeme y ven conmigo. Vamos aver como Sandro prep…¿Rija?....¿Dónde te has metido?”

No había ni rastro de ella, tan sólo un “polvillo” semejante al que deja el Correcaminos cuando huye del Coyote. “Nunca había visto correr tanto a un reptil. Ni siquiera creo que los grandes dragones de Komodo, de los que me hablaba mi tatarabuelo, sean tan rápidos.” - se decía la sorprendida tortuga.

“¡Rija, baja de ese árbol y no seas cobarde!”

 “ Dime que no has pronunciado ese innombrable nombre, valga la redundancia. Júramelo.

“ ¿Qué nombre?...¿Sandro?” Y Rija comenzaba otra vez con ese tembleque desde la cola hasta el hocico que le llegaba a descomponer el vientre. Huga no podía reprimir sus carcajadas y cuando la risa le dejaba, repetía otra vez en voz alta: “SAAAAAAAAANNNNNNNDROOOOOO”, mientras otro espasmo sacudía la barriga de Rija.

“ Vale, vale, te prometo que no volveré a pronunciar ese nombre. Te lo juro por SAN DROmedario” y otra sacudida hacía temblar a la lagartija y reír a la tortuga.

“Venga, no seas boba y baja de una vez, que nos vamos a perder el espectáculo. Rápido, cobarde” apuraba la tortuga. Y así ambas se dirigieron al otro lado del seto para divisar perfectamente lo que a continuación iba a suceder.

El niño, aspirante a premio Nobel de l Travesura, había conseguido introducir a la rana en un globo lleno de agua. El animal, pobre animal, se movía alocadamente en el interior de aquel plástico. Las dos curiosas mironas sufrían por su pariente pero también estaban ansiosas por ver cómo terminaba aquello.

Mientras la malvada profesora caminaba orgullosa y altiva como un general entre sus tropas, Sandro se había encaramado arriba de la canasta de baloncesto, la antigua canasta aún con el tablero de madera, tras el cual se había escondido. El silencio había invadido el patio. Todos los ojos estaban fijos en aquel diablillo. Bueno, los de Doña Teresa, para su desgracia, no. Cuando pasó bajo el aro, el niño dejó caer el globo. Nunca un objeto pareció haber resistido tanto la fuerza de la gravedad. Las décimas de segundo que tardó en caer, se convirtieron en horas, hasta que sucedió lo esperado.

El agua fue lo de menos. Aprovechando la confusión del momento, y mientras la histérica profesora, con razón, saltaba más que Michael Jordan al notar la piel húmeda de Ana, la rana,sobre su cuello. Sandro bajó tan rápido como un rayo y, haciendo “mutis por el foro”, se escabulló entre la multitud de niños y niñas que reían y chillaban por todo el patio.

Huga y Rija se destornillaban bajo el seto. La tortuga incluso se tumbó boca-arriba para poder reírse mejor, algo que no hizo mucha gracia a Rija porque volvió a pillarle la cola. De repente, un grito desgarrador cruzó el aire como un relámpago.

“ SAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAANNNNDROOOOOOOOOOOOOOOO”

Del susto, hasta Hugo se dio la vuelta más rápido que nunca. Sandro se quedó petrificado cuando iba a entrar al servicio, y el resto de la chiquillada casi se mea en los pantalones...o faldas, claro está. Aquel agudo sonido podía haber hecho saltar hasta las alarmas de los bancos. Muchas veces se había oído ese nombre en aquel patio pero en aquella ocasión sonó diferente. Era la gota, nunca mejor dicho, que colmaba el vaso. Se había llegado al límite.

Luis, el apuesto Luis, según Huga, salió corriendo del gimnasio al oír el espantoso grito, donde se encontraba preparando el material de la siguiente clase. Mientras se acercaba, se fue haciendo una idea de lo que había ocurrido. Cuando vio a Doña Teresa, no sabía si reír o acudir en su ayuda.  
Ésta, que había conseguido quitarse de un manotazo a la pobre Ana, seguía como una posesa gritando y buscando con la mirada a Sandro. La situación podría haber sido un poco más caótica pero más tensa, seguro que no.

Cuando Luis llegó junto a la profesora, la agarró del brazo y, menos mal que es un joven ágil sino se hubiera llevado un buen tortazo ya que la alterada maestra, al sentir el contacto de su mano, se giró como si fuera una “ninja” y lanzó un golpe, que de no haberse agachado, ahora estaríamos hablando de Luis “Ojo Morado”.

Huga y Rija se escondieron entre la maleza del jardín para evitar ser vistas por algunos “elementos”  peligrosos del patio que corrían a felicitar a Sandro por su hazaña.

“Deja de reírte y vamos a socorrer a Ana, que el golpe la ha dejado un poco aturdida y cree que ese trozo de papel de aluminio es un charco y está intentando nadar en él” - dijo Huga preocupada por su amiga.

“Sí, sí, pero nos volvemos a esta posición tan,tan,tan privilegiada y observamos cómo finaliza este suceso tan,tan,tan super-mega-divertido”, apostilló Rija aún entre risas.

“Madre mía, si fuera humana, presentaría programas infantiles con el pelo teñido de rubio”, - pensaba Huga, que aunque nunca había visto la televisión, hay cosas que caen por su propio peso.

CAPÍTULO 4

¿POR QUÉ?

“ Ana, bonita, vente con nosotras”, - insistía Rija.

“ Sí, deja de nadar entre pizcos de pan, que eso no es una charca” - reiteró Huga.

“ ¿Cómo que no?....¿y vosotras quienes sois?...” - preguntó la aún aturdida rana.

“ Somos tus amigas y vamos a llevarte a un lugar más idóneo para que puedas nadar….Súbete a mi caparazón.”

Mientras Rija ayudaba a Ana a subirse a la espalda de Huga, Doña Teresa parecía haberse calmado algo. Es decir, si antes era algo así como una pandilla de cabras nerviosas ante la cercana presencia de un lobo, ahora parecía un elefante enfadado porque la jirafa le había llamado “orejón”. Echaba humo por las orejas, resoplaba expulsando fuego como un dragón y de sus ojos salían unos rayos que fulminaban a todo aquel que se cruzaba en su camino.

Los tres animalillos se acercaban a la fuente donde Huga pretendía dejar a Ana para ver si el agua, que había vuelto a manar, la despejaba un poco. Lo que no hacía tanta gracia a la tortuga era que la rana, aún en estado semi-inconsciente de sus actos, llevaba todo el trayecto simulando ser un piloto de rallie y en cada curva, casi a punto de caerse, gritaba como si estuviera en una carrera: ” A la izquierda curva, se cierra, cuidado, raaaaassss, sale quinta, entra tres, raaaas.” 


Hasta ellas llegó Roma, la paloma, que había visto todo y estaba aún reponiéndose. Desde el borde de la fuente observaron como Doña teresa, Luis y Sandro se dirigían hacia el fondo del patio, donde estaba el despacho del director. Todas sabían que el asunto se había puesto muy negro y que no iban a darle un puñado de caramelos al niño, precisamente.
Ana, ya repuesta totalmente del golpe, movía la cabeza de un lado a otro.

“ ¿Qué ocurre, Anita?” - preguntó Rija.

“ Nada. En el fondo, aunque sé que el comportamiento de Sandro no ha sido bueno, me da lástima por él. Como si no tuviera bastante con lo que tiene en casa” - respondió la rana.






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